lunes, 25 de mayo de 2020

Confesión

Es que iba 
con las manos ocupadas, señor juez, una 
sosteniendo una bolsa 
con un libro adentro que había comprado 
hacía instantes,
la otra en el bolsillo 
por esas cuestiones del tiempo. 
Había sol esa tarde 
y en la parada del colectivo unas dos personas. 

De súbito la vi, era de esas anaranjadas 
con manchas negras, 
de las comunes, vio, 
justo cuando giré 
para abrir la mochila, 
no recuerdo con qué objeto. 
Era de esas comunes, como le dije, 
aunque en éstos días parece 
tan poco común ver en la ciudad 
mariposas y otros seres mitológicos.
¿Cuánto hace que Ud. 
no ve una luciérnaga, por ejemplo? 

Entiendame, señor juez, la vida 
es urgencia últimamente. 
El ojo aletargado ya no reposa en la maravilla, 
olvidó el color del cielo, 
la textura de las sombras. 

En fin, que estaba por abrir la mochila y ella ahí posada, inmóvil. 
Destiné un minuto a evaluar la situación. 
¿Por qué allí? ¿Descansaba? 
¿Cuánto hacía que venía conmigo? 
Busqué alguna mirada cómplice, 
en mis compañeros de fila, 
en algún transeúnte, alguien que me dijera 
“qué linda mascota la que sacaste a pasear", pero 
todos en sus urgencias, sus sueños, 
sus cosas importantes.
Vea, ni siquiera atiné 
a agarrarla de las alas, 
como hacían los niños de antaño, 
ni a asustarme, como hacen 
los de ahora ante lo desconocido. 

La verdad es que quise 
que me acompañara un rato. 
No adoptarla, llevármela a casa, 
aunque no hubiera estado mal, 
porque sé que viven poco, 
me han contado. 

Ahora bien, Ud. correctamente pensará 
que el primer impulso que tuve,
fue hacer lo que todo
respetuoso de las actuales leyes haría. 
Es decir, tomar una foto y compartirla 
en la red social. 
Y no lo niego. Fue exactamente eso 
lo que pensé hacer. 
Pero no pude. 
Se adueñó de mí un mundano egoísmo. 
Sabía que con mi actitud 
me ganaría el desprecio 
de la comunidad, que sería sometido 
a juicio, a escarnio, 
y sin embargo decidí privar 
a la sociedad de tal momento de ternura.

Me declaro culpable, señor juez, 
de no cumplir con mi deber, 
de no cumplir con la coherencia 
del ciudadano adaptado. 
Soy conciente del daño cometido, 
de haber herido integridades 
y alterado el orden público. 

Es por eso que me pongo 
a su entera disposición. 
Que sea justicia
poética, le pido, 
señor juez. 

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